Lo que Dalí trajo a mi día: “Él no muerde, pero yo sí”

 

Ahora que soy oficialmente nana de mascotas y me pagan por ello ya estoy en espera de que me dejen a mi segundo perrito o gato para cuidarlo.

La semana pasada tuve a Dalí en casa, un mini yorkshire muy mimado, juguetón y educado. No fue difícil cuidarlo porque se esperaba a su salida para hacer sus necesidades, y por la noche sólo hacía en su pañal/ tapete (esas cosas son geniales, lástima que mi perro sólo las ignora). Tres paseos al día, mimos, juegos y su platito con agua y comida era todo lo que pedía Dalí, claro que si me sentaba a trabajar por mucho tiempo definitivamente EXIGÍA que lo atendiera.

Al final de su estancia conmigo Dalí no sólo se subía al sillón, sino que también se acurrucaba en nuestra cama y hasta logró que mi esposo lo sacara a pasear… ¡y recogiera su popó con bolsita en mano!

Cuando se fue claro que lo extrañé, pero no iba a contactar a su dueña y verme como la loca obsesionada, así que mejor esperaré pacientemente a que vuelvan a requerir de mis servicios.

Las mascotas son geniales y definitivamente traen mucha diversión y compañía a nuestra vida. Lo único que no me pareció gracioso fue la siguiente anécdota:

Paseaba a Dalí por el parque cuando me encontré con un grupo de estudiantes de secundaria, que inmediatamente se acercaron a mi peludo y enano compañero:

Estudiante A: ¡Qué bonito perrito!

Mónica: (orgullosa, aunque ni la dueña era) gracias, se llama Dalí

Estudiante B: ¡mira! Hasta es fan de Star Wars, trae un suéter de Yoda

Mónica: (sonriendo como tonta) sí, es que ya hace frío

Estudiante C: oiga, ¿y su perrito muerde… SEÑORA?

Mónica: (manteniendo una aparente compostura y una sonrisa forzada) no… (Conversación interna): ¡pero yo sí, si me vuelves a decir señora!

 

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