El sistema de metro del DF es como un hormiguero. Hay distintas entradas, túneles y montículos, y cada hormiga defeña, capitalina, chilanga (ups, perdón, ahora mexiquense) que inicia su día con un buen golpe de realidad del metro reconoce que es verdad.
Todo individuo obrero pertenece a lo que los entomólogos llaman “casta temporal”, lo cual se determina según su función dentro de la colonia: padres de familia y maestros se encargan del cuidado de las crías; los Godínez del mantenimiento o excavación del hormiguero (según su rango); los policías soldado en teoría defienden a la colonia; y la casta recolectora, que se encarga de la procuración y suministro de insumos alimenticios.

Cada hormiga identifica de dónde viene, a dónde va y cuál es el camino que debe de seguir, y camina, junto con el resto de la colonia, en hileras rectas y continuas que difícilmente te permiten desviarte de la trayectoria previamente fijada. Por supuesto, no todo está perfectamente sistematizado, pues algunas hormigas sufren una pequeña crisis de identidad y viven como caracoles, por lo que su lento paso entorpece la dinámica de la colonia. En su contraparte existen las que viven como libélulas y sólo ocasionan caos con su extrema velocidad.
En este hormiguero la casta recolectora suministra de alimento durante el día a lo largo de los múltiples túneles y entradas.

Buscando la protección de las hormigas reinas y crías se crearon cámaras (vagones) especiales, de esa manera se evita que sean acosadas o aplastadas por otros miembros machos. Aunque apenas ven oportunidad los machos olvidan su misión y provocan agresiones.
En numerosas ocasiones, integrantes de otras colonias invaden territorio ajeno o sobrepoblado. Entonces y como la marabunta, algunas hormigas son sacrificadas para que otras puedan continuar su camino. En estos casos es cuando entran a cuadro las hormigas soldado, cuya labor debería ser proteger a la colonia, pero a veces se confunden con otras castas y no hacen más que procurar comida y conversar entre ellas.

Para las hormigas foráneas entrar repentinamente a este hormiguero extraño puede resultar en la aventura de su vida o en un caos existencial. Y es así como pueden cometer equivocaciones, tales como entorpecer a la colonia con su paso escéptico y pausado, salirse del camino y perderse, o ser víctima de otras hormigas egoístas. Pero que no cunda el pánico, el secreto está en aprender del comportamiento ajeno e imitarlo. Quién quita y con el tiempo puede pasar por una hormiga obrera defeña… y logre pasar desapercibido.
¡Caray, ojalá que un futuro el metro del DF funcione de manera tan organizada como un hormiguero!
– Y después de esta larga descripción, haré una confesión… ¡le tengo fobia a las hormigas! (los insectos) He dicho –
La Moccata
