Crónica del Retiro Vipassana, 10 días de silencio y meditación… ¿Te animarías?

Sin importar lo que digan los demás, sin el deseo de cumplir expectativas ajenas y sin miedo a la posibilidad de tu crecimiento… encuéntrate a ti mismo y enfréntate a tu oscuridad en la profundidad del silencio interno.

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Aishwarya Sadasivan, en Giphy

Durante un par de semanas me rehusé a escribir esta crónica; no porque no supiera qué escribir, sino porque no encontraba el tiempo para sentarme por horas a redactarla, y porque aún no me sentía lista para compartir la experiencia.

Mitrani, mi esposo, tomó el retiro Vipassana hace algunos años:

Algo que debes hacer una vez en tu vida -dijo él-, si realmente quieres saber de qué se trata. ¿Cómo es la meditación, según tú?…Crees que sabes lo que es meditar, pero no.

Con esas palabras (que me parecieron un poco arrogantes, lo confieso), y desde que creí comprender un poco de qué se trataba esto del Vipassana tuve la inquietud por tomar el curso también. Pero el trabajo, la maestría, la tesis, el cupo limitado, la vida misma… siempre había una excusa perfecta para no hacerlo. Así pasaron los años, y en un momento de mi vida en el que retomé el camino hacia mí misma decidí que si no lo hacía ahorita no lo haría nunca. Entonces me registré.

Esta, mi estimado lector, será una crónica larga… Aguanta conmigo un poco, ¿va?


DÍA 0. El ‘Noble Silencio’ 
– ¿Entregar mi celular?

Dhamma Makaranda, en San Bartolo Amanalco, el centro Vipassana lo suficientemente lejos de la ciudad de México para aislarse del ruido, lo suficientemente cerca para que no resulte difícil llegar. Ya desde el viaje en el camión siento los nervios. “¿Me bajaré en el lugar indicado? ¿Traje todo lo necesario? ¿Y si me necesitan acá afuera?”

En el camino conozco a una compañera que también va al retiro, así que ya en el pueblo comemos hasta hartarnos en una pequeña fonda. Sabemos muy  bien que comeremos poco durante los próximos 10 días.

Una vez en el centro Vipassana, hombres y mujeres conviven y registran su ingreso. Mientras platico con algunas mujeres estudio la zona: las cabañas, una campana (bong) en el centro, un área cercada por árboles, un comedor donde cada silla da a la ventana o a la pared.

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Dhamma Makaranda

Entonces llega el momento de entregar mi celular. Mis familiares, amigos y colegas ya saben de mi ausencia, nadie me contactará en ese tiempo… entonces, “¿por qué me cuesta trabajo?” El miedo a soltar, a permitir que los demás resuelvan sus cosas sin mí, a dejar ir la necesidad de ‘hacer demasiado’. Con recelo, entrego mi celular, y en ese momento deseo enormemente que ya inicie el voto de silencio.

Se nos asignan habitaciones, se explican las reglas y horarios, y procedemos a cenar y recibir las indicaciones finales. Después de la cena (la última en los próximos 10 días), se inicia la segregación de género y el ‘Noble Silencio’, para “mantener la mente en calma y concentrada”. Cero comunicación con los otros, salvo en el caso del maestro o los coordinadores. Las luces se apagan a las diez de la noche, mi pobre compañera de cuarto trae una gripa fatal y yo agradezco haber llenado la mitad de mi maleta con cobijas y termales. Le paso un poco de Vicks VapoRub para que pueda respirar con el aroma a menta, y descubro que es española cuando se le escapa en un tono muy bajo “Graddcias”.


Día 1. Abstenerse de comer después de las doce – La melodía de mis tripas

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Bong en Dhamma Makaranda

 

El bong suena a las cuatro de la mañana y de inmediato salto de la cama. Me sorprende que me hubiera despertado con facilidad, y por alguna razón pienso que es bueno bañarme a esa hora… mala idea.

La sala de meditación es grande. Las mujeres toman varios cojines y yo me aferro al que traje desde casa. Me acomodo en el área designada, me envuelvo en las cobijas para protegerme del frío de la madrugada y procedo a meditar. Concentrarme en la respiración, nada más, pero es sumamente difícil cuando cada dos o tres respiraciones me aborda un pensamiento nuevo y debo encontrar la manera de callarlo para empezar de nuevo. Es cansado, la posición incómoda y dolorosa. Me muevo, me estiro, cambio de postura, trato de no hacer ruido. Me esperan aproximadamente diez horas de meditación en el día, alternadas con descansos y comidas.

¿A qué carambas me comprometí? –me quejé en mis pensamientos– ya no hay vuelta atrás, voy a completar el programa.

Cuando me registré pensé en pedir una silla para meditar, para que la fisura en mi rodilla izquierda no representara un obstáculo. No la pido. “Vamos a ver hasta dónde puedo llegar sentada en el piso con las piernas cruzadas”.

El bong suena nuevamente a las seis de la mañana para ir a desayunar. Hay que hacer fila y esperar tu turno. “¿Qué es esto?, ¿arroz, avena? Pero no me gusta la avena”. Me sirvo un poco de todo: avena con semillas, un plátano, pan con hummus, un té. La comida me sabe sorprendentemente rica. “¿Es que la avena que me obligaban a comer en el kínder era tan mala? ¿Es así como debe de saber?”

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pixabay

Tiempo libre, meditación en el cuarto, nuevamente meditación en grupo en la sala, almuerzo vegetariano. Todas atiborran sus platos de comida… “Son apenas las 12. ¿Quién puede comer tanto a esta hora?” El comedor está repleto de carteles con explicaciones, reglas y horarios. Los estudiantes antiguos no pueden comer nada después de las doce del día, “como los Gremlins”, pensé, “menos mal que no soy estudiante antigua”.

Tiempo libre, meditación en el cuarto, meditación en la sala de tres horas (con un descanso intermedio de diez minutos), merienda de fruta con té, meditación en la sala, y ahora viene lo bueno… una hora de escuchar una grabación de S.N. Goenka con una importante explicación que inicia así:

El día 1 ha terminado… te quedan 9 días para trabajar.

“Uy, esto se siente cada vez más como un confinamiento. Si cada noche piensa anunciar los días que me quedan aquí adentro voy a sentirme como en una cárcel.”

Después de una hora de escuchar el audio, en el piso y sin respaldo, toca una hora más de meditación para luego partir a nuestras habitaciones, lavarnos la cara y los dientes, acostarnos. Me duele el estómago, “algo me cayó pesado, tal vez tantas semillas”. La luz se apaga a las 10 de la noche y lo único que ronda por mi mente es la melodía de las tripas de mi estómago y las palabras del audio de S.N. Goenka: “Los días 2 y 6 son los más difíciles… aguanta”.


Día 2. No debe haber contacto físico – El gato y el dragón

Avena de desayuno. “Parece que todos los días nos van a servir lo mismo”. Me sirvo bastante. “Está bien, no he pagado por nada de esto, no te quejes”.

Ya es la hora del almuerzo y muero de hambre, me dirijo al comedor por mi ración, es distinta a la del día anterior y muy rica. Afortunadamente no es sólo verdura, como había creído.

“No tocar a nadie no debe de ser ningún problema, es más difícil abstenerte de decir cosas como ‘Gracias’ o ‘con permiso’”. Salgo del comedor y lo veo venir desde lejos, pidiendo por comida y atención. “¡Nooo! -grito en mi interior- ¡un gato! Esto de no tener contacto físico va a ser más difícil de lo que pensé, no tocar al gato me costará más trabajo que levantarme temprano”.

Es la hora de la meditación de tres horas. En los descansos todas aprovechan para estirar sus músculos.

Concentrarse en la respiración, inhalar, exhalar, hacer a un lado los pensamientos y buscar el silencio interno.

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http://www.tahlianewland.com

Una compañera atrás mío solloza un poco, no entiendo muy bien por qué. De pronto una imagen aparece en mi mente, una figura vestida de negro con cabeza de dragón me mira fijamente y de cuclillas, mientras yo hago mi meditación… “¿Qué se supone que sea esto? ¿Eres mi propia oscuridad, a la que debo hacerle frente? ¿Quieres hacer las paces conmigo? ¿Es un mensaje de mi inconsciente? ¿Le presto atención o lo ignoro? ¿Estoy pensando demasiado?” Respiro profundo, empiezo de nuevo… “inhalar, exhalar”.

Algunas meditan de rodillas o con los pies hacia afuera… lo intento… mejor no. “A partir de ahora sólo harás una de las meditaciones en tu cuarto, el resto serán aquí en la sala, con los demás, sentada en la posición indicada”.

Continúo mi monólogo de mi ‘experiencia Vipassana’ durante los horarios de descanso. Como no nos permitieron traer algo dónde escribir debo memorizarlo todo de esta manera, y así mi mente permanece parlanchina en esos momentos.


Día 3. Abstenerse de matar a cualquier criatura – ¿Qué tal, arañ… ¡ota!?

Mi estómago gruñe inflamado, me duelen músculos que no sabía que existían y todavía me faltan muchos días. Nuevamente aparece la figura con cabeza de dragón, y esta vez se le unen la imagen de un águila que se asoma desde una esquina y la silueta de un gato. “¿Podré callar la mente durante la meditación?” Ahora no es sólo prestar atención a la respiración, sino también a las sensaciones que percibo en las fosas nasales y en la parte superior de mi labio. El aire que entra y sale, el hormigueo, una ligera contracción y expansión de la piel cuando logro concentrarme lo suficiente.

Después del almuerzo aprovecho para bañarme; parece que es el mejor horario para hacerlo, pero hay que esperar tu turno porque sólo hay cuatro regaderas para 20 habitaciones, compartidas.

Salgo a caminar. Agradezco tanto por las áreas verdes, las flores, el aire fresco, el camino pegado a la barda de árboles y la linda telaraña congelada con una… ¡enorme araña amarilla con puntos negros! Su panza es tan grande como mi pulgar. Volteada boca abajo, recompone los hilos de la telaraña que el frío de la noche anterior se encargó de congelar y destruir. Una araña hermosa, enorme, atemorizante… “Si decide saltar en este momento se acaba mi ‘Noble Silencio’”. Todos los días pasaba a su lado y la veía congelarse por la tarde e irse a dormir, descongelarse y estirar las patas con el sol para tejer su telaraña. “Esta araña es especial para mí, me recuerda algo importante en mi vida -(que me reservo de explicar en esta crónica)- y es una conexión directa con personas especiales en mi vida que están allá afuera, continuando una bella labor”.

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«Araneus diadematus» (araña de la cruz), de Derakmine, Deviantart


Día 4: ¿Y no es la felicidad también producto del apego?

Me cuesta un poco de trabajo levantarme a la hora, pero cada día me sirvo menos comida y ya no tengo hambre después de la merienda.

Los paseos por ‘nuestro pedazo de bosque’ ya son algo cotidiano.

A veces lo único que necesitamos es hacer una pausa y contemplar la naturaleza en silencio.

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http://salmianna.tumblr.com/

Caigo en cuenta de que el mejor horario para bañarse es después del desayuno, como a las siete de la mañana, para que me quede más tiempo libre después del almuerzo. Durante la meditación en el cuarto me quedo dormida un rato y medito otro. Hoy escucho a otra compañera llorar un poco durante la meditación en grupo.

Cada vez aguanto más tiempo en la misma posición sin moverme. Me queda claro que únicamente a través del dolor puedes entender varios aspectos de la técnica. Decido que nunca voy a pedir la silla para meditar sentada. Inicia el audio del S.N. Goenka con sus anécdotas y explicaciones de cómo aplicar el Dharma a nuestras vidas diarias, y  argumenta:

El apego causa miseria… nos apegamos a las sensaciones agradables y a que las cosas sucedan como queremos.

“¿Que el apego causa miseria? -pienso- Claro que sufres cuando pierdes algo, pero ¿no es maravilloso mientras lo tienes? ¿Comer algo rico, bañarte con agua caliente… no son sensaciones geniales? ¿Y no es la felicidad en parte consecuencia del apego? A nuestra pareja, familia, amigos, al sueño que perseguimos. Si no tenemos apego por nada y no disfrutamos un poco ¿cuál es el chiste?”

Por primera vez me quedo al final de la meditación de la noche para hacerle una pregunta al maestro. No entiendo del todo su respuesta, pero decido qué interpretación darle y con qué quedarme.


Día 5. Que comience el Vipassana

Mi compañera de cuarto es alta y graciosa, de pronto me hace reír con alguna acción o actitud. Veo que ha comenzado a arreglar un poco más su lado de la habitación, “¿será porque yo todos los días dejo mi lado ordenado?”

El horario del quinto día es distinto a los demás, hoy comienza la técnica de Vipassana, los días anteriores fueron sólo un entrenamiento previo.

Inicia el audio donde la voz de S.N. Goenka nos explica en qué consiste el Vipassana y  nos va guiando, paso a paso,  a través de un escaneo mental de todo nuestro cuerpo, desde la coronilla hasta las puntas de los dedos de cada pie. Sensaciones por todo el cuerpo, vibraciones, espasmos, hormigueo, calor, frío, energía, mucho dolor. “¿Qué es esto? ¿Así será de ahora en adelante? ¿Voy a sentir esto cada que medite? ¡Que padre! ¡Que emoción!”

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imgur.com

Se escucha el bong que anuncia la hora de la merienda, termina la sesión y yo vuelvo a la realidad. Es tan fuerte la experiencia sensorial que acabo de vivir que siento la necesidad de sacudirme, estirarme, abrir y cerrar los ojos varias veces. Salgo de la sala de meditación, me siento pesada, consciente de mi cuerpo y su materia. Todas caminamos como en trance hacia el comedor, en absoluto silencio, moviéndonos con total cautela. Puedo notar de inmediato quiénes tuvieron una experiencia similar a la mía, y quiénes no sintieron casi nada. La mayoría salimos a tomarnos nuestro té al jardín. Siento una necesidad especial ese día, una necesidad de caminar descalza, de buscar al halcón que todos los días vuela por ahí, de observar los árboles, de estar presente. Un pequeño grupo de mariposas vuela por encima de mí.

Ok, de aquí en adelante, esto va mucho más en serio.


Día 6. “El 2o y el 6o día son los más difíciles”

Nada, me cuesta mucho trabajo percibir sensaciones, hay muchas ‘zonas blancas’ donde no siento absolutamente nada. “¡Pero si ayer era todo un festín de sensaciones! Y el Goenka dice que no debemos ‘sentir apego o rechazo hacia las sensaciones de placer y dolor’… Claramente yo me apegué a las sensaciones del día anterior y a un resultado que no estoy teniendo… apego”.

Hoy me duele más que de costumbre estar sentada en la misma posición. Me estoy esforzando muchísimo, no me sale como yo quiero y encima me duele demasiado. No puedo más y tengo que estirar las piernas antes de que termine la sesión. “Esto es un retroceso”. Me sale una lágrima, luego otra y una más. Me aguanto el llanto para que nadie se dé cuenta, pero tengo un nudo atorado en la garganta. Acabo de entender algo muy grande: lo dura que soy conmigo misma cuando las cosas no me salen ‘como yo quiero’, o cuando ‘no soy suficiente’. Como resultado, también juzgo muy rápido a los demás cuando ‘no actúan de una manera ética o correcta’, según mi criterio. Lloro porque aunque ya lo sabía, aunque ‘el intelecto’ ya había reconocido este descubrimiento hace muchos años, es la primera vez que lo experimento físicamente, es la primera vez que ‘el cuerpo también lo entiende’.

Antes de volver a mi cuarto me quedo un rato viendo las estrellas. Distingo la constelación Casiopea… me trae recuerdos.

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Cassiopeia Constellation, de scketer, deviantart


Día 7: ¡A la joda con todo! – Pero… ¡Miau! ¡Las orejas brincan al mismo tiempo!

Hoy decido que no voy a volverme a estresar por los resultados. Voy a esforzarme lo más que pueda, pero si me duele demasiado voy a estirar las piernas sin culpa, si no siento mucho en una zona del cuerpo la voy a soltar sin angustia, cero aprehensión. “¿Es esto una fase rebelde o estoy comenzando a experimentar el desapego?”

Cuando me inscribí al Vipassana pensé:

Hago esto porque quiero aprender no sólo a meditar, sino también a ‘soltar’ cuando tengo que hacerlo, soltar para permitirme fluir.

Durante el curso entendí que me refería a la relación de apego y desapego, a la necesidad de ‘mantenerse ecuánime’ ante las sensaciones, situaciones y consecuencias del día a día, sean agradables o desagradables, deseadas o no deseadas. “Nota mental, cuando vuelvas a casa debes buscar en google la palabra ‘ecuanimidad’ y verificar que realmente entiendes su significado”.

Algunas chicas pasan su mano por el pasto, por las hojas de los árboles. Cada vez son más las que caminan descalzas. “¿Será la necesidad de tener contacto?”

El gato sigue rondando. Veo que muchas lo acarician, incluso la coordinadora de mujeres lo carga para darle algo de comer. “¡Basta! Si ellas lo tocan yo también”. Decido acariciarle la cabeza una sola vez… no pude permanecer los diez días sin tocarlo.

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pixabay

Inicia la sesión de meditación en grupo. Nos indican que hagamos un escaneo por nuestro cuerpo buscando sensaciones, pero que en lugar de concentrarnos en cada zona por separado, tratemos de hacerlo de manera sincronizada, es decir, observar las dos manos al mismo tiempo, las dos rodillas, los dos pies…y ¡Oh, sorpresa! Cuando le toca el turno a las orejas “¡las dos saltan al mismo tiempo!” El maestro se ríe un poco cuando le doy esta respuesta.

La mente comienza a estar menos parlanchina y por fin encuentro una posición más cómoda. Durante la hora del audio las chicas de la última fila me ofrecen un espacio para recargarme en la pared, “¡Bendito descanso! Las que han meditado así todo este tiempo no han experimentado tanto dolor en la espalda.”


Día 8: ¿Ahora comprendes lo que es la trascendencia?

Hoy va todo de maravilla. Hay cosas que ya no me molestan, y cuando me descubro siendo demasiado crítica adopto este mantra:

No juzgues, no te juzgues, sólo observa.

Los cabellos ajenos en la regadera han dejado por fin de ‘sacarme de quicio’.

Comienzo a experimentar el silencio interno con mayor frecuencia. Ya no me duele tanto estar en la misma posición, o tal vez mi cuerpo ya se acostumbró, o quizá está expulsando lo que ya no necesita, los famosos ‘zancadas’ de los que tanto habla S.N. Goenka en sus audios.

Camino descalza por el pasto y llego al final del límite del área boscosa, una hilera de árboles están frente a mí y en ese momento sopla un viento muy fuerte, “es como si hubieran decidido a hablar de repente. Si pudieran hacerlo ¿qué me dirían?” Recordé entonces una imagen del ilustrador ‘Con Todo Respeto’.

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http://www.contodorespeto.cl

Ah -pensé- Si, ya lo entendí. Me queda claro lo que me toca hacer. Gracias.

Algunas chicas se acuestan bajo los árboles durante el descanso posterior al almuerzo. Comienzo a hacerlo yo también. “¿Cómo es que no lo hice antes?”


Día 9. Mañana es el último día

Mis raciones de comida son pequeñas, el cuerpo duele menos, estoy experimentando las sensaciones mientras hago el escaneo por el cuerpo, algunas zonas cuestan más trabajo pero no me siento frustrada. Mañana es el día 10, el último día. “¡Por fin! Ya quiero volver a casa y ver a Mitrani”. No me checan los horarios que nos indican, porque recuerdo que habían dicho que el curso terminaría a las 7am del último día, pero imagino que cambiaron de opinión. Empiezo a hacer mi maleta.


Día 10: ¿Ya podemos hablar?

Mi maleta está casi lista, sólo falta guardar las cobijas. Termina la meditación de la mañana y yo estoy lista para volver a casa una vez que finalice el ejercicio de romper el silencio. Nos explican que podremos hablar con nuestras compañeras y que, de manera temporal, no habrá segregación entre hombres y mujeres… y que los horarios continuarán igual. No lo entiendo. Salgo de la sala de meditación y leo un letrero: ‘Mañana es el último día. El curso termina a las 7am’. “Pero si dijeron que íbamos a salir el domingo, ¿cómo es que nos vamos a ir hasta el lunes? ¿Cómo le voy a avisar a Mitrani?”

Miro alrededor y hago contacto visual con otras chicas. Pienso la frase, pero le cuesta mucho trabajo hallar su camino hacia el exterior:

¿Ya podemos hablar? -digo finalmente en una voz muy bajita-. Parece que sí -me contesta alguien.

Después de una corta plática camino hacia el comedor, afuera hay varias mesas donde los coordinadores proveen información y reciben donaciones. La gente comienza a reunirse en grupos. Me acerco a la coordinadora y pregunto… resulta que es sábado. El día de salida no es el número 10, sino el 11.

Busco a mi compañera de cuarto y no la encuentro por ningún lugar, la coordinadora me indica que se llama Yolanda, por fin me entero de su nombre. Almuerzo en compañía de otras chicas, platicamos de la experiencia, de nosotras, incluso consigo raite (aventón) para el regreso a la Ciudad de México. Por fin encuentro a Yolanda, y con la emoción del momento ambas nos saltamos el precepto de ‘no contacto’ y nos damos un abrazo. Este fue el día en que platicamos con otras compañeras, nos conocimos un poco y caminamos en grupos. Meditamos con muchísimos pensamientos en la cabeza, y por la noche nos comportamos como adolescentes, platicando en los cuartos de las demás hasta que llegó la hora de acostarnos e irnos a dormir. “Buenas noches”, murmuro desde mi cama, “buenas noches”, me contesta Yolanda.

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http://www.lache.co


Día 11. De vuelta a casa

El último día limpiamos el centro. Cuando me regresan el celular descubro más de 1500 mensajes por leer… me siento un poco abrumada. Me comunico brevemente con Mitrani y me dice que más tarde tiene que irse a Puebla (por trabajo). Me siento triste porque ya me había hecho a la idea de que ese día comeríamos en Valle de Bravo, volveríamos a casa a descansar y le compartiría toda la experiencia. Me ‘apegué’ a la idea.

Me despido de la araña, del pasto congelado de esa mañana, de los árboles. El gato resultó ser gata y fue dada en adopción el octavo día.

Vuelvo a casa de raite con otras dos chicas. En el camino platicamos por momentos y por otros nos quedamos calladas. Hablo un poco con mi papá por teléfono. Le aviso a mi mamá que ya salí. Ya en la ciudad pido un taxi a casa. El taxista trae música, los carros pitan y la gente camina con prisa en las calles… “De regreso a la realidad”. Busco en google la palabra ‘ecuanimidad’, “sí, parece que sí lo entendí”.


Romper el silencio. ¿Ahora qué procede?

Cuando volví a casa alcancé a ver a Mitrani unos momentos antes de que se fuera a Puebla, platicamos un poco de cómo me había ido, y luego fui a despedirlo al metro. Más tarde hablé por teléfono con mis papás, y de pronto caí en cuenta de que me costaba trabajo romper el silencio. Pasaron muchas horas antes de que comenzara a contestar los mensajes del celular.

No fui a encontrarme conmigo misma al retiro, y en realidad siento que eso nunca sucedió. Tampoco tuve acceso a la ‘verdad última’, ni experimenté una epifanía o visión cósmica. En realidad, diez días apenas alcanzan para una breve introducción al Vipassana y el significado del Dharma en tu vida. Lo que sí logré fue entender varias cosas sobre la manera en que respondo ante las circunstancias diarias, y obtener algunas respuestas sobre cómo lidiar con ello.

Fue una de las experiencias más difíciles e interesantes que he tenido. No es fácil confrontarte con tanto dolor físico y con todo lo que surge de tu interior en esa batalla contigo misma.  La base del Vipassana es comprender que todo es impermanente, pasajero, cambiante: las situaciones, los problemas, el dolor, la alegría, tú mismo. Esta es la ley de la naturaleza. Entendiendo eso, es posible liberarte de ataduras y apegos, y encontrar la manera de reaccionar de una forma más objetiva ante los resultados que la vida te va dando.

Romper el voto de silencio fue todo un proceso, pero más lo fue volver a esta otra realidad del ‘ruido exterior’ sobre el ‘ruido interior’. Me tardé unos días en acoplarme al ritmo vertiginoso de la vida, a recibir tanta información visual y auditiva, a dejar de estar sólo conmigo para comenzar a estar allá afuera, en comunicación con los demás.

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pixabay

El curso no ha finalizado, en realidad apenas comienza, pero en la vida cotidiana. La meditación continúa, ya no de 10 horas sino de 1 a 2 horas diarias. La mente sigue siendo parlanchina por momentos, y hay ocasiones en que me cuesta trabajo experimentar las sensaciones, pero he encontrado la manera de mantenerme más ‘ecuánime’ ante ellas, ya sean agradables o desagradables. Mi vida se ha vuelto más relajada y productiva. Me duermo y despierto más temprano que antes. Trabajo menos horas pero alcanzo a hacer más cosas. Me siento más en paz, pero estoy consciente de que me faltan muchos años de práctica para experimentar el auténtico Vipassana.

Estoy convencida de que di un paso muy grande por un camino que ya había iniciado tiempo atrás. A través de ese paso una nueva vereda, con menos curvas y piedras surgió ante mis ojos. Reafirmé cosas, comprendí otras, lloré, hice berrinche, tuve muchos diálogos internos… y luego simplemente hubo silencio.

Entendí, finalmente, que todas las respuestas a tus incógnitas radican sólo en tu interior.

Nada que esté fuera de ti podrá proporcionarte nunca lo que estás buscando.
– Byron Katie

Para mayor información sobre las próximas fechas para vivir la experiencia Vipassana en México visita este enlace.

Más adelante, la crónica en video, por Tu Iris.

La Moccata, #MujerMedicina

11 comentarios en “Crónica del Retiro Vipassana, 10 días de silencio y meditación… ¿Te animarías?

  1. Yo acabo de ir, y en efecto quise correr el segundo dia, me entro una paranoia cuando me cayó el veinte que habia entregado todo! tooodo!! OMG… mi celular no esta ni bloqueado!… pendeja pendeja pensé… mi visa va ahí, mi tarjeta de credito, mi todo!… la verdad si ocupé entrevistas para calmarme… pero como tú lo logré y sigo emocionada con la experiencia, espero jamás dejarla. Todo pasa y que todos los seres sean felices.

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    1. Seguro lo disfrutas un montón! Sólo prepárate con tiempo, trata desde antes de meditar, como tú quieras y sepas, en la posición, para que tu cuerpo se vaya acostumbrando a la postura, y mientras menos comida chatarra o grasosa comas los días previos mejor. Te recomiendo poner una alarma en de recordatorio en tu cel, para que alcances a registrarte, que luego se llena pronto. Luego me cuentas qué tal te va! Abrazos!

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