Ejercicio 4, Parte 2: «Los padres»

Ejercicio4.2

Debiste de haber sido psicóloga, tienes ángel.

Mi papá siempre ha usado esta expresión de mi abuelita para referirse a una persona que parece que camina de la mano de un ángel, pues tiene calidez humana.

Mis papás se divorciaron cuando era muy chica, por lo que realmente no tengo recuerdos de nuestra vida en familia, pero sí recuerdo las veces que iba de visita con mi papá y, durante todo ese día, se encargaba siempre de que me divirtiera. Me sacaba de paseo, me llevaba con mis primas a comer y a los juegos, aunque la mayoría de las veces mi papá se terminaba comiendo el resto de las hamburguesas, pues a nosotras lo que nos interesaba era jugar. ¿Cómo debieron de haberlo visto las señoras, sentado en una banca, llevando a 5 niñas a jugar él solo? Todas nos parecíamos tanto que a los ojos del resto del mundo era un padre soltero con 5 hijas. Creo que eso requirió mucho valor, yo nunca me hubiera atrevido.

Mi papá raras veces me impuso disciplina, y la única vez que lo hizo con un pequeño manotazo lloré toda la tarde por puro sentimiento. Seguramente por eso con frecuencia volvía a casa sin haber hecho la tarea y con los lentes olvidados en el baño del cine. En una ocasión me llevó a ver una película con una de mis primas y hasta el día siguiente, cuando llegó el momento de que mi mamá pasara por mí, se dio cuenta de que había extraviado uno de mis zapatos, quién sabe dónde; al parecer tenía desde la tarde anterior trapeando la plaza y la casa con el calcetín que quedó al descubierto, y le resultó más sencillo ponerme un billete en la mano y despedirme en la puerta para que mi mamá se enojara menos por lo que ahora es, una anécdota que nos da muchísima risa. Probablemente para mi mamá no fue tan gracioso.

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Unos años después mi mamá y yo nos mudamos de ciudad y mi papá y yo quedamos distanciados por el tiempo y los kilómetros, a pesar de que con frecuencia me enviaba cartas por correo. Cuando volvimos a encontrarnos yo era una adolescente y ninguno de los dos sabíamos muy bien cómo comunicarnos el uno con el otro, pienso que por eso se esforzó siempre en darme regalos, pues a él le daba gusto verme contenta. Ahora, de grande, siempre hace puchero cuando me dice “¿Por qué nunca quieres nada?”, y yo le respondo que realmente no necesito nada. A esta edad prefiero que use su dinero en salir de la casa y comprarse los libros que tanto le gustan.

Con el pasar del tiempo, volví un día a Guadalajara para estudiar la maestría. Me aseguré de encontrar un posgrado donde vivía mi papá con el principal propósito de recuperar y fortalecer nuestra relación, y así sucedió. Le costó mucho trabajo entender que era una adulta que había salido de casa desde que ingresó a la universidad, por lo que ya no estaba acostumbrada a pedir permiso. Y a mí me costó entender que de pronto le tocó la enorme responsabilidad de velar por mi seguridad todos los días, y él estaba acostumbrado a que los hijos nunca le dijeran que no a sus padres.

Lo he visto en sus peores y mejores momentos; me tocó acompañarlo y cuidarlo las cinco veces que ingresó al hospital; me lo llevé todos los sábados, como él lo hizo por años cuando era niña; y le dediqué varios días en los años que estuve viviendo en la misma ciudad.

Algo que admiro mucho de mi papá es su conocimiento, devora libros como si fueran dulces y retiene las cosas con mucha facilidad, por lo que siempre tiene algún tema interesante del cual platicar y tiene el talento para mantenerte interesada. Sé que de joven fue bastante vago y aprendió muchas cosas de sus amigos mayores. Con mi papá platico de la Psicología que tanto le gusta, de películas, de noticias, de administración, de políticia. También es un alburero, por lo que me toca regañarlo con mucha frecuencia. A veces es como un niño pequeño y con frecuencia requiere bastante atención. Lo visito con frecuencia y nos ponemos a comer golosinas y ver películas con mi tía Angelita, que siempre se las arregla para ir a Guadalajara cuando yo lo hago, algo por lo que siempre le estaré muy agradecida. Dice mi tía que somos las únicas que lo aguantamos con sus exigencias y su carácter, no sé si sea verdad pero sí que nos divertimos mucho los tres.

La verdad es que he aprendido y sigo aprendiendo muchas cosas de mi papá. Algo que siempre me dice, cada que ve que me sumo en el trabajo, es que nunca debo descuidar mi matrimonio por estar demasiada enfocada en mi labor. Me ha dado  muchos consejos.  “Quiero que lleguen juntos a viejitos, tú y Alex, se llevan tan bien”, me dice con frecuencia. Sé que lo dice desde la voz de la experiencia.

Todo llega a mí con facilidad, alegría y gozo.

Es una frase que recientemente usa mucho mi mamá. Llegar a esa certeza y claridad de ser merecedora de disfrutar su vida le ha llevado años de esfuerzo y sacrificio. Mi mamá fue madre soltera, le tocó sacarme adelante con un sueldo de maestra y haciendo horas extras. De pronto me cuesta trabajo escribir de ella por dos razones, la primera es porque ella también es escritora, la segunda es porque la mente se me llena de recuerdos y no siempre sé cómo honrar lo suficiente su historia, pues le debo tanto. Como buena maestra, procuró que tuviera excelentes calificaciones en la escuela y estuviera en el cuadro de honor, revisaba mis tareas, me ayudaba a estudiar redactando hojas y hojas de cuestionarios con el material escolar e incluso inventó canciones con fechas y datos que me costaba trabajo memorizar. Fue una excelente maestra, todavía lo es, no importa que ya esté retirada.

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De las cosas que más disfruté en mi infancia fueron las horas de juego con los hijos de otras profesoras en el enorme jardín de cascada de la preparatoria donde mi mamá daba clases, no sin antes haber terminado la tarea, claro está. El cubículo de los maestros de Literatura, donde el escritorio de mi mamá estaba lleno de exámenes y tareas, siempre era divertido por “las tías” y “tíos” que compartían su profesión. Mi tía Lupita, quien es mi madrina y quien vaticinó que sería una niña con ojos japonecitos; mi tía Beatriz que a la fecha me dice “mona” con muchísimo cariño; Mili, la maestra joven que se refería a su ex como “el gusano” y Víctor, a quien nunca le dije tío porque era un niño grandote que siempre nos hacía reír con sus gestos y trucos. Pienso que para ellos era muy divertido que me gustara tanto aprender, y además era una niña bastante bien portada. Eso último tampoco fue gratis, pues me tocaron varias ajusticiadas de parte de mi madre para que me quedara claro. Algunas veces se le pasó la mano, pero me consta que se esforzó muchísimo y realmente hizo lo mejor que pudo. ¿No lo hacen todos los padres?

Mi mamá fue, por muchos años, la mejor oradora del club Toastmasters. Puedo decirlo sin ningún atisbo de duda porque varias veces la acompañé de pequeña a sus sesiones. Mi mamá juntaba las dos sillas de la salita donde estaban las galletas y el café, y yo me quedaba ahí acostada jugando en silencio y prestando atención a sus discursos. Nunca me aburrí. Mi mamá cuenta que una vez me sorprendió en mi cuarto practicando oratoria frente a una hilera de muñecas dispuestas en media luna, lo platica con mucho orgullo. A la fecha, todavía recurro a sus enseñanzas cuando me toca armar discursos y hablar en público, y lo disfruto.

No hay suficientes palabras para describir todo lo que he aprendido de  mi mamá: el trabajo duro, la perseverancia, la responsabilidad, el compromiso, ser valiente aun cuando tiemblas de miedo, compartir el conocimiento con otros, tomar decisiones con calma y que el talento se tiene que fomentar cada día, entre muchas otras cosas.

Ahora, que es una mujer retirada, me da tanto gusto y orgullo verla despojarse del traje de las responsabilidades que ya no le corresponden para poder disfrutar su vida. Como alguna vez lo comentamos:

Cada quien es responsable de sus decisiones y de lo que hace, puedes apoyar pero no te toca llevar a la gente a cuestas. Tienen que aprender por su cuenta, de lo contrario el día que no estés no sabrán qué hacer.

Mi mamá ha vuelto a escribir, lo hace casi todos los días y con una belleza extraordinaria, y se animó a compartirlo en las redes sociales. Nos llevó 15 minutos armar su fanpage y está fascinada con los resultados. Está viajando, cosa que siempre ha disfrutado; ha vuelto a salir con sus amistades, va al teatro, a conciertos, a tomarse unas margaritas, ¡disfruta! Y está plenamente consciente de su sabiduría y del poder que tiene. Verla aceptando mi aspecto de “oveja multicolor” en la familia, como mujer medicina y Moon Mother, ha sido muy placentero, no sólo porque estuvo de acuerdo con ello, sino porque ha decidido recuperar a la “sabia bruja” en su interior que la lleva por caminos inusitados que siempre anheló recorrer, incluso participó en uno de nuestros retiros de mujeres donde participé como facilitadora. Una estirpe de mujeres con un don especial, no me queda ninguna duda, con todo y que algunas decidieron ignorarlo.

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Eso que te conté y una paleta Magnun son lo mejor de la vida.

Hay alguien a quien no me puedo saltar, y esa es mi tía Angelita, con su célebre frase que hasta al pariente más recatado lo hizo soltar una carcajada. No convivimos mucho cuando yo era una niña, pero a raíz de que me fui a vivir a Guadalajara mi tía y yo nos convertimos en cómplices y confidentes. Hablamos de nuestros esposos y de cómo llevar con éxito un matrimonio duradero, de problemas familiares, de anécdotas, de sexo y de todas esas cosas que sólo se mencionan entre tías y sobrinas. Mi tía es una mujer a quien admiro mucho, pues toda su vida se dedicó a su familia y a las personas que ama, y ahora, en su etapa de mujer mayor, ha decidido por fin velar por ella misma, le guste a quien le guste. “No te dejes mija”, me dice siempre cuando le comparto sobre alguna situación que me incomoda. Le agradezco mucho su cariño, su confianza y su compañía.

 

Nos vemos en unos días en la parte 3 de este ejercicio, cuando continúe con los maestros de la manada.

Con amor,

Mónica Elena Cárdenas Mejía (La Moccata)

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